En muchas ocasiones me he encontrado ante padres que dicen que su
hijo “come mal”, “no come nada” o “se alimenta del aire”, lo cual suele ser un
motivo de preocupación para los mismos. Esta
situación genera en los papás, en algunas ocasiones, miedos arraigados
culturalmente: “si no come...caerá enfermo, o no crecerá”.
Sin embargo, la gran mayoría de estos niños
no presentan alteraciones del desarrollo somático, por lo que deducimos que su
aporte nutritivo es suficiente.
Además entre los 2 y los 6 años la mayor parte de los niños pasan por algún episodio de inapetencia que suele resolverse de forma espontánea sin tener más importancia.
¿Qué deben hacer
los papás?
Además entre los 2 y los 6 años la mayor parte de los niños pasan por algún episodio de inapetencia que suele resolverse de forma espontánea sin tener más importancia.
Con frecuencia estos padres se extrañan de
que su hijo coma bien o incluso que pruebe alimentos que en su casa no hace,
cuando quien le da de comer no es la persona habitual o cuando lo hace en la
guardería o en el colegio. Este hecho refleja un problema de relación con la
comida que se ha establecido en la familia y que es una cuestión de hábitos que
se puede mejorar. Se trata de un problema de conducta respecto a la ingesta de
alimentos, es un problema de malos
hábitos alimentarios. Por ejemplo hemos visto a niños de 5 y 6 años que seguían comiendo potitos o casi
exclusivamente comidas pasadas por la batidora.
En muchos de estos casos la hora de la comida
suele ser una batalla, en la que la madre intenta dar la comida al hijo por la
fuerza, el niño se defiende y la comida acaba por los suelos. Esto un día tras
otro provoca un mal ambiente a las horas de la comidas, un deterioro de la
comunicación familiar, haciendo que los cuidadores pierdan la paciencia. Sin
embargo, si se obrara correctamente desde un principio no habría este problema.
La comida debe ser algo divertido, un momento
de relación con padres o hermanos. Un
niño inapetente es inapetente sin más, pero no es un enfermo. Simplemente requiere de tiempo y paciencia.
Existen jarabes, pastillas…que provocan un
aumento del apetito de quienes los toma. Salvo en casos muy concretos y siempre
bajo la supervisión de un pediatra, no es muy recomendable su uso. La solución
más bien se basa en una reeducación
de la conducta de la familia, es decir cambiar los hábitos del niño, los
padres, abuelos, etc, ante la comida.
Generalmente estos niños presentan algunas de las siguientes
características:
·
Se trata de niños sanos.
·
El niño no come de lo que le ponen, pero sí de otras cosas. Es decir,
come de lo que quiere.
·
Son niños que no presentan queja
a la hora de comer en el colegio, quedando los problemas reservados a
cuando come en casa.
·
Suelen comer despacio, y esto pone nerviosa a la madre.
·
La hora de las comidas se convierte en una auténtica BATALLA.
·
Nuestro deber como padres es OFRECERLES
una alimentación sana y equilibrada, y adecuar el tamaño de las raciones a
las edades de los niños. El derecho del niño es elegir qué come. No debemos
insistir en que se lo coma todo; y en
ningún caso obligarles o castigarles, es mejor emplear una actitud más
neutra, quitándole importancia al hecho de no comer.
·
A lo largo de toda la comida, quién esté con el niño (madre, padre,
abuelos o cuidadores) debe mostrar una actitud
calmada, serena, y no angustiarse si un día el niño come menos o no come
nada.
·
Los niños deber ser estimulados a comer pos sí solos desde edades muy
tempranas. Aunque el control completo de la cuchara no lo va a conseguir hasta
los 2 o 3 años, es conveniente a que a partir del año comience a comer cosas por sí mismos.
·
A partir de 1 y 2 años es aconsejable que el menú del niño sea el mismo
que el del resto de la familia, en
la medida de lo posible.
·
Ofrecerle una sola comida,
y si no quiere no se le da otro plato distinto, sin dramas ni castigos, y sin
enfadarse. Si es un niño sano, no le pasa nada. Es un error simplemente darle
las comidas que a ellos les gustan.
·
Cuando se trate de un alimento nuevo, haremos exactamente lo mismo, se
lo ofreceremos sin una mayor insistencia por nuestra parte. Es muy probable que
las primeras veces lo rechace, pero cuando el plato se repite, si no se le ha
forzado antes, suele aceptarlo. Hay que ser pacientes, y darle tiempo, pero no
otro alimento alternativo.
·
Evitar ofrecer al niño comida entre horas, sobre todo si se trata de
alimentos superfluos (galletas, gusanitos, zumos, chucherías…) que le quiten el
hambre y además no son nutritivos.
·
No podemos pretender que les guste todo, casi todos tenemos algunos
alimentos que nos gustan menos o incluso no nos gustan, pero esto no puede
afectar a grupos completos de alimentos. Es decir, puede que no le guste la
coliflor, pero no que no quiera ninguna verdura.
·
Evitar el uso de TV, tablets, dispostivios móviles, así como
juguetes y otros entretenimientos
innecesarios que captan la atención del niño, y le aparten del objetivo de ese
momento que es comer.
·
Tener claros los límites a su comportamiento y transmitírselos de
forma coherente y cariñosa, lo cual aportará seguridad al niño.
·
Y Sobre todo, y como siempre dar
ejemplo. Será más fácil conseguir que el niño tenga una dieta equilibrada,
si está acostumbrado a ver a los adultos de casa a tomar esos mismos alimentos.
Si los padres nunca comen verdura es muy difícil que ellos coman verdura.
¿Cuándo consultar?
Si el
niño presenta diarreas, vómitos,
decaimiento importante o dolor en relación con su pérdida de apetito, o
bien dudamos sobre el estado físico de nuestro hijo, debemos acudir al
pediatra.
Conclusiones
Tenemos que tener en cuenta que el acto de
comer es una conducta que pretende cubrir tanto necesidades nutricionales como
afectivas. Recuerda que la clave está en mantener la calma y actuar con serenidad, paciencia, confianza
y como siempre cariño; siendo así, las comidas acabarán siendo satisfactorias
para todos.
Y para
terminar os dejo un libro acerca de este tema que se titula “Mi niño no me come” del maravilloso pediatra “Carlos González”.
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